La ética docente en la modernidad líquida
…es importante visualizar el papel que la Ética desarrolla en este contexto, para lo cual se debe recuperar el sentido de que “educar es humanizar”…
En el texto de S.O.S Educación se señala claramente que la Sociedad del conocimiento, ha pasado en la actualidad a ser denominada como una “Sociedad líquida” concepto acuñado por Zygmunt Bauman (2000), quien ha usado la cualidad propia de los líquidos como definición principal de esta sociedad, es decir, una sociedad sin forma definida, sin ataduras al espacio y tiempo y de extrema fluidez.
Uno de los efectos que esta sociedad líquida causa en la educación es que la han vuelto más pobre y precaria, a tal punto que hablar sobre “la verdad” se considera contrario a la libertad individual y una intromisión a la propia vida, de tal forma que los comportamientos humanos básicos, algunos deberes y derechos fundamentales son puestos a consenso y se piensa que no merecen mantenerse. Esta inestabilidad y poca valoración de la realidad “real” dificulta, en la educación, la transmisión de significados auténticos, de conocimientos válidos, de reglas para la convivencia de todos, reduciendo la enseñanza al desarrollo de habilidades y competencias para “el hacer” y no para “el ser”, lo que en otras palabras significa fortalecer la formación para el trabajo, dejando de lado la formación de la persona humana, capaz de existir con dignidad.
Este efecto es demoledor para la educación pues la convierte en transmisora de información cuyo objetivo es preparar sujetos trabajadores – consumidores que prioricen el consumo y el éxito rápido alcanzado en el menor tiempo y esfuerzo posible, siendo lo que más se valora las ideas insólitas, proyectos innovadores que no necesitan de fundamentación, de conocimientos o de teoría para presentarse. Estamos frente a la DESHUMANIZACIÓN DEL HOMBRE.
La educación entra entonces, en esta vorágine del mercantilismo, volviéndose un instrumento de satisfacción de los grupos de poder ya sean políticos, económicos o sociales. Así la educación no es un producto a valorar, pues las respuestas que ella debe dar a preguntas como: sobre qué es educar, quién educa, por qué educar, cómo educar no son convincentes creando una situación de profunda confusión sobre el hecho educativo.
Esta liquidez de la sociedad también produce cambios en las formas de comunicación ya que aparecen nuevos agentes que se consideran como educativos, por ejemplo, el tik-tok, la web, el Facebook o Instagram hasta el punto de usarlos como sustitutos de la labor docente.
Así también la rapidez de las telecomunicaciones afecta a la relación tiempo – espacio, ya que se agudiza la inmediatez que trae como consecuencias: que las comunicaciones sean breves, que se prioricen las oraciones sobre los argumentos elaborados, las palabras de moda y las representaciones gráficas sobre los textos y el debilitamiento del intercambio de significados y los contextos que los originan.
Desprestigiada la educación, desprestigiado el maestro a quien solo se le asigna el papel de un técnico, esto es planificar, actuar y evaluar. Así también se le vende la idea de que la preparación disciplinar no es necesaria para realizar su labor docente, sino que al contrario solo basta la formación en metodologías y técnicas para saber enseñar, lo que coloca a la disciplina y al conocimiento en segundo plano.
Frente a este contexto tan desesperanzador, es importante visualizar el papel que la Ética desarrolla en este contexto, para lo cual se debe recuperar el sentido de que “educar es humanizar”, frase que implica que la formación de un individuo va más allá de la preparación para el uso de técnicas relacionadas a un hacer, sino que tengan como fin el ayudar al hombre a experimentar, reflexionar, analizar y tomar decisiones, es decir, sentir el proceso integral de la vida, del ser. En otras palabras, es la búsqueda del equilibrio entre el aprendizaje técnico y el reflexivo que le permita atender, distinguir y apreciar la diversidad y los elementos que conforman la realidad.
Acciones como la reflexión continua sobre los valores y principios éticos, fomentar la empatía y la solidaridad es esencial para la comprensión de los contextos de esta modernidad para la toma de decisiones éticas de manera fundamentada e informada lo que sumado a la transparencia en las acciones contribuyen a la construcción de relaciones honestas y claras.
Al respecto, vale señalar la diferencia con la Ética profesional docente que se refiere al modo determinado de valorar la educación que, en un profesional dedicado a la docencia, los conocimientos o habilidades pedagógicas deben ir acompañados de una sólida formación ética que le permita justificar de manera pertinente los efectos de sus acciones, para él mismo como para los demás.
De acuerdo a Ortega Ruiz, la Ética en la docencia implica un compromiso profesional que incluye la oposición a la ignorancia, a la desidia y la mediocridad. El profesional docente no es profesional no por lo que hace o dice sino por la integralidad e integridad que pone en juego en su profesión.
En el trabajo docente, la educación es una actividad intencional que transforma directa o indirectamente al medio, a los contextos y a la persona. Esta transformación lleva implícita la solución de necesidades y la mejoría de la calidad de vida, lo que implica tener como finalidad la CONSTRUCCIÓN DE HUMANIDAD. Por ello, no se puede perder de vista que la educación forma PERSONAS y su trabajo es ayudar a su HUMANIZACIÓN generando en los sujetos la búsqueda continua del conocimiento y la realización personal.
Finalmente puede señalarse que la ética profesional del docente es una “virtud” que Rojas determina como “la disposición habitual hacia el buen obrar” para la cual pueden señalarse algunas virtudes que deben caracterizar al docente en ejercicio de su quehacer docente como la prudencia, que consiste en evaluar cuidadosamente las situaciones, considerar las consecuencias de las acciones y tomar decisiones informadas; la justicia que permite darle a cada quien lo que le corresponde; la templanza que lleva implícito el autodominio y la fortaleza que se refiere a la firmeza, la resistencia y la perseverancia en su labor.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Jariod Borrego, Carlos. (2014). S.O.S Educativo. Raíces y soluciones a la crisis de la educación. Madrid. Digital Reasons
Ortega Ruiz, Carlos. (2018). Ética y Educación: Una propuesta educativa. Revista Virtual Redipe, (7),8.
Rojas, Carlos (2011). Ética profesional docente: Un compromiso pedagógico humanístico. Revista Humanidades, (1), pp,1-22