Recientes críticas a los modelos educativos por competencias, ¿Qué ocurre?

En los últimos días, en varias publicaciones, hemos podido leer opiniones que dan cuenta de un posible fracaso del modelo curricular por competencias. Una de las noticias se anuncia con el titular de: “Escocia dice adiós a la educación basada en competencias…” y otra, sentencia: “El modelo curricular basado en competencias ha fracasado". Ante estos planteamientos bien nos vienen algunas reflexiones.

Como se conoce Escocia fue pionera en implementar la educación basada en competencias y procuró con ello solucionar varios problemas, por ejemplo, los relacionados con la deserción o abandono escolar. Resulta entonces importante profundizar en las razones que han conducido a salir de dicho modelo y a planteamientos en los que se advierte una defensa a currículos que potencien los conocimientos.

Lo primero sería preguntarnos si hay contradicción entre los contenidos y las competencias. Si entendemos que los contenidos incluyen conocimientos, habilidades y valores, y que las competencias se refieren a la adquisición integrada de todo ello, entonces deberíamos confiar en que un currículo por competencias no significa renunciar a los contenidos. Sería importante tener una comprensión clara de que no es posible hablar de una formación sólida en competencias sin los conocimientos; sería una formación vacía.

¿Por qué puede fracasar un modelo por competencias?

Formar competencias implica la educación y la constatación, a través de la medición, de lo que “se sabe” y “sabe hacer” en contextos definidos. Entonces, un desequilibrio podría estar dándose por un énfasis en la formación en el componente práctico del “saber hacer” en desmedro del “saber”.

Si esto ocurre falla la formación integral y el “hacer” no acompañado de conocimientos sólidos, reflexión y pensamiento crítico conduce a un actuar limitado, con incapacidad para adoptar nuevos saberes. Puede esto convertirse en incompetencias.

¿Hacia dónde mirar e ir?

Desde nuestro punto de vista debemos comprometernos con los aprendizajes significativos y estos se logran, como sabemos, con un enfoque bien estructurado de los conocimientos, las habilidades y los valores.

Los modelos, metodologías, técnicas, recursos y acciones no pueden desbalancearse; por el contrario, en la búsqueda del equilibrio se deben encontrar las formas idóneas de favorecer la relación teoría – práctica y reflexión – acción.

Cuando se logra que los estudiantes a través de la práctica confirman las teorías, las comprenden, visualizan y aplican, se está encontrando sentido al aprendizaje. Así mismo, cuando desde escenarios prácticos se teoriza sobre lo que se practica, entonces se garantizan aprendizajes profundos. Esto último va de la mano con el desarrollo del pensamiento reflexivo, ligado a la metodología de la investigación-acción.

En síntesis, comprender que las competencias se necesitan formar en bases sólidas de conocimientos, es apostar por competencias “llenas” de contenidos bien seleccionados y estructurados. El reto es llegar a resultados de aprendizaje que conformen estructuras consistentes, flexibles y adaptables, que sean fuentes para la renovación de lo aprendido y la incorporación de lo nuevo. En cualquier cosa parece necesario que sigamos reflexionando sobre los currículos y las mejores prácticas.

 

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